ACTO I: FAMA
Las luces recortan y el aire se llena de humo brillante que contornea el escenario.
La nada de quien fue y quien será; el todo de cuando todos se van y solo queda el Yo.
Cuando la venganza se hace fama, y la divergencia se vuelve paradigma, no hay público que sea captado por quienes muestran su esencia y verdad.
No hay nada más que la nada, y en esa misma nada solo queda el sonido de los aplausos: el choque festivo que celebra una victoria, una batalla ganada, un logro frente al humo de los ignorantes y el fuego de los dolidos.
Letras que no callan la verdad más cruda, la necesidad de sentir al máximo cuando en realidad lo que se siente es todo. Entonces siempre quiero más. Entonces nunca es suficiente. Necesito más. Necesito que me des eso que tanto me gusta.
Esta es mi vena: inyectame tu pasión y decime que soy el mejor.
ACTO II: FUEGO
Harde, me harta, me agota y me seca.
Me seca las lágrimas y me dota de poder.
Me baña en el agua donde el mal se viste de seda, y el diablo camina entre las sábanas.
Donde el hada se vuelve hielo, y la luz se vuelve inmortal.
El resultado: negro, oscuro, quemado, incinerado.
Aislado.
¿Es un filtro o un escudo? ¿Es un arma o un desnudo?
¿Es la falta?
¿Es el agua? ¿Es arte? ¿Es fuego? ¿Es miedo?
¿Qué es?
¿Quién es?
¿Quién soy yo sin el fuego?
¿Quién soy yo sin el odio que me come por dentro y alimenta todas mis ganas de vivir?
¿Quién soy yo sin la pulsión destructiva del mundo en el que vivo, del mundo que me rodea, del mundo en el que me vi nacer, del mundo que me parió?
ACTO III: HERIDA
No sé.
No tengo idea.
No tengo idea qué escribir.
No se me ocurre nada… pero porque no hay nada.
Es vacío, silencio mudo, silencio que aturde, silencio que abruma y acompaña a su mejor amiga: la soledad.
Es ausencia.
Eso es lo único que hay: ausencia. Ausencia y una ventana que refleja una criatura desconocida y desaprobada.
Un ente mal construido con partes de otros, mal cocido, y con las partes que se caen solas.
No hay un hemisferio en el mundo que tolere algo así.
No hay alguien en el mundo que viva así.
Es todo. Es nada. Es todo y es nada.
Porque soy todo y no soy nada.
Porque soy un fraude y soy una víctima.
¡Ja! Una víctima… ¿y qué se supone que diga al respecto?
¿Debería sentir piedad? ¿Pena? ¿Lástima?
Es un payaso triste el que grita en un bosque donde nadie está dispuesto a escuchar.
Es el aura de los inocentes que sienten pena por la rata que se vieron obligados a comer.
Cuando el arte se muere el pop se disuelve, y si el pop se disuelve, la melancolía y el pasado encarnan la bestia y el dolor.
La luz se esconde detrás de la cama y el hambre de vivir se atora entre las sábanas.
La navaja del pasado se mete en el pecho preguntándose qué es lo que hizo mal, y busca refugio entre el pulmón y el corazón.
Pero el humo de los pulmones no le deja pensar, no le deja olvidar.
Porque si vive entre humo y cenizas, el recordatorio de la miseria que es va a estar siempre ahí, presente, recordándole cuál es su lugar en el mundo.
Entre un pulmón inyectado de humo y un corazón maníaco.





