Cuando la parálisis de la pandemia se termina, y el contacto estrecho con el mundo ya no significa un delito.
Cómo no ser fuego, y querer quemarlo todo si todo lo que veo, todo a lo que me debo es a lo que más le temo.
Cómo no encarnar en odio el miedo y la angustia por un posible deseo, cuando este podría significar la caída de mi imperio.
Ese ruido, ese murmullo desahuciado, ese silencio perturbado que anuncia la llegada del pasado y la melancolía. Que saluda y da la bienvenida a la crítica y a la culpa.
Voyeristas de la desgracia y la miseria, carroñeras del descuido y el abandono.
Cómo negarle el acceso a los cuervos si las palomas son a lo que más le temo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario