domingo, 27 de agosto de 2017

Luna negra

El cigarrillo a medio fumar en mi mano derecha, y la botella de Jack Daniels casi vacía en mi mano izquierda.
Mi mirada fría, fija hacia el vacío, divisando un abismo que no tiene materia de realidad.
El fin de mi largo abrigo negro arrastrándose por el suelo de las heladas calles de está gran capital que es mi ciudad, gran ciudad en donde habitan monstruos, cuyo alimento es el quebrantamiento de almas, el uso y el abuso, el placer libidinoso es su prioridad, su mayor preocupación.
Me detuve un segundo, terminé mi cigarrillo, lancé la colilla con desprecio, apoyé la botella en el cordón de la vereda y acomodé mis medias bucaneros, había olvidado colocarme correctamente los portaligas. Estiré mi larga remera que aparentaba un vestido muy corto, acomode mi abrigo sobre mis hombros, tomé la botella y seguí caminando con fuerza y odio en cada paso, con la mirada llena de hielo ardiendo. 

Llegué al edificio donde vivo, espere el ascensor, y entré a mi departamento. Una vez dentro me dirigí al baño con la mirada perdida y sin encender ninguna luz me introducí tal y como estaba en la bañera. Recostada cerré los ojos hasta quedarme dormida. 

Desperté, sola, al igual que cada día de mi mediocre y aburrida vida, cigarrillos, alcohol, mendigando amor a un puñado de hombres con más calor en su entrepierna que el calor que irradian mis ojos, que el odio que corre por mis venas. 


No, no se lo que es el amor, esto es lo único que conozco, es lo único que se, lo único que puedo sentir, el dolor, el pesar, el amargo sabor a la soledad. Desde los 10 años es lo único que conozco.
Desde los 10 años no se quien soy.
Desde los 10 años no volví a llorar, la última vez que me vi llorar, llorar y sangrar, obligada a cabalgar en aquella máquina que incineraba mis muñecas, mis peluches, mis flores de papel, todos mis sueños y fantasías, todo lo quemo, absolutamente todo.
Más allá de eso intenté reconstruir todo aquello que perdí. No obstante, mis intentos por evadir el sentir tortuoso, resultado traumatico de mi primer década, parecen ser en vano. Aquel incinerador me persigue por el resto de mi vida, tomando diferentes formas, solía llamarse Tío, en otras "Novio de Mamá", más adelante solía llamarle "Amor" y Amor número uno, número dos, número tres, cuatro, cinco, y seis. 

Hasta que por fin comprendí, no soy de esas, pretender ser quien no soy es un acto de conflicto eterno. Los fantasmas del remordimiento me atormentan a gritos desgarrantes mi esencia mediocre, mi pertenencia excluida al resto de las chicas, siendo que soy de las que nunca llegan lejos, las que no son felices, solitarias, las que no lloran porque le arrebataron todo, de las que ya no tienen nada que perder. 


Salí del baño, me dirigí a la cocina para preparar café, miré por la ventana y contemple desde la altura a la gente.
En el reflejo de mi ventana vi a todas aquellas almas que yo misma destrui, 396 fantasmas que fui acumulando, fantasmas que rechace con goce, fantasmas que una vez fueron humanos, y como humanos los disfrute, pero repito, aún más disfrute del espectáculo que realizaban en el frío suelo, llorando y pidiendo una explicación, más aún disfrute de ver su corazón destruirse en cien pedazos, más que sentir el poder decidir el destino de su vida anímica.


Volví a la realidad con el sonido de la cafetera anunciando que el café estaba listo. Me serví una taza, fui al balcón, y sentada en el borde tomé mi café. Observando las figuras que formaban los edificios al juntarse y ser atravesados por la luz recordé aquella víctima que dejé sin morir, lo dejé escapar pero con una advertencia previa.
"Si decidís quedarte, va a ser mejor que te vayas, pero si te vas, vas a destruir lo poco que queda en mi, y destruyendome es como me haces feliz, porque vas a lograr en mi hacer algo hermoso que hace años no me pasa, sentir algo. Si te vas, por favor, no me dejes, porque si me dejas ya no voy a volver a verte, en cambio si te vas, yo voy a buscarte, y cuando te encuentre te voy a mentir, y vos me vas a creer, otra vez. Por eso dejame ir, destruime hasta matarme, que así, va a ser todo mejor".
"¿Podes ver a través de mi ahora?" Le pregunté.
No hubo respuesta alguna, supongo que la ciudad no es un buen lugar para una joven hermosa.