miércoles, 1 de agosto de 2018

Luna perpetua: Soledad.

Cuanta inmensidad que tiene la luna
Tan inmensa es, que, a miles de kilómetros ubicada, podemos contemplar cautivos su belleza deslumbrante.
Su inmensidad no basta como punto explicable a su visibilidad.
Constituida por su brillo,
Mágico resplandor que únicamente vemos entre las sombras.
Necesita de ella para ser bella
Pero el sol en dicho caso no.
Es él quien hace la luz.

Y la observo, soñando con el ideal de un mundo
Y la espero, sonriendo entre ojos llenos de esperanza
Y la admiro, con los oídos de una niña que canta una dulce canción
Y bailo, bailo en estas cuatro paredes bañadas de día en potencia.

Pero se marcha,
Y con ella nace la esperanza.
El ideal de una vida deseada.
Dando vueltas en círculos,
Al compás de un alegre piano.

Ella sentada en el suelo,
Camila.
Sonriendo, aplaudiendo.
Camila.
Tan aniñada, tan inocente.
Camila.
Soñadora y frágil.
Camila.
Siempre es blanco, siempre es rosa.

Ella salta, ella ríe y no para de soñar.
Ella imagina y vuela.
Desea y no deja de amar.
Ella obedece y tiembla.

No salimos del cuarto.
No podemos,
No quiere,
Le da alegría estar conmigo,
Solo conmigo,
Bailando y cantando dulces canciones de amor.
Mirando delicadas películas de romance.
Solo salimos para jugar con el perro.

Y ella ríe, una y otra vez,
Se toma sus colitas y juega mientras da vueltas.
Recostada sobre el tibio suelo, calentado por la luz del sol.
La elocuencia del habla no es su don.
Siempre es blanco, siempre es rosa.

Me levanto y me mira preocupada.
Camino a la salida y me toma del brazo desconcertada.
Una sombra me llama desde afuera,
La deseo más que Camila.
El cisne negro baila sobre la noche.
Canta con su gorro azul en la calle.

Llora en el suelo.
Camila.
Reproche infantil.
Camila.
No quiere que salga.
Camila.
Grita y replica sobre mi.
Camila.
Se ofende por la serpiente que me ofrece aquella manzana bañada de noche.

El cisne negro,
La serpiente,
El gato negro,
La noche que ilumina los días.
Me llama con su seductora voz.
Perfección,
Seguridad,
Arrogancia.

Salgo a su encuentro pero no cierro la puerta,
No puedo dejar al abandono a Camila,
Mientras juego con la silueta adulta observo con preocupación a Camila.
La veo con más distancia cada vez.
Y ella, con ojos plagados de desconcierto, me espera en mi portal.

Es cada vez más lejos el camino que nos distancia.
Ella se sienta y juega.
Siempre era blanco, siempre era rosa.
Siempre es blanco, siempre es gris.

Llueve el cielo,
Llueve en ella.
Su nombre es Soledad.
Camila murió y reza porque vuelva,
Tiene esperanza.

Vuelvo a ello cuando llueve en mi,
Dibuja, canta, nada entre las turbias aguas del arte.
Pero el cisne, ahora Mio, gana la partida, nadando entre las llamas del desmesurado infierno.
Cielo è infierno.
Luz y oscuridad.
Azul y rojo.
Inocencia y perversión.
Indulgencia y arrogancia.
Blanco y negro.
Blanco y rosa, y aveces gris.
La reina encierra al rey.
El peon defiende la reina.
Pero quién es el blanco, quien es el negro,
Quién soy yo, y quién es ella.

Soledad llora riendo,
Mío juega con el llanto ajeno.
Y yo, vivo en la inercia de un conflicto de intereses, que preponderan egoístamente por su propia identidad.

Sentados jugamos,
Pasados los años,
Miramos con frialdad a nuestro rival,
Y entre susurro de un vehemente preso
Debatimos nuestros roles;

-Evitaste que sintiera dolor. Cuando tenía miedo, y mi alrededor se ponía violento, solías salir para arreglar las cosas por mí, siempre conmigo para mantenerme a salvo.
- Pero el dolor que evito que sientas, necesitas sentirlo. Como adán que deseaba todo el conocimiento y comió la manzana del jardín del edén, obtenés la verdad, pero también obtenés el dolor.
Date la vuelta, te toca hacer tu jugada.
- Torre negra ataca reina blanca.