domingo, 17 de junio de 2018

La familia real

El asenso del rey, el descenso de una reina.
La unión por ley hacia la supervivencia de una princesa. Una princesa que nunca existió,
un terrateniente que nunca llegó,
un imperio que nunca se gobernó,
un diamante que nunca brilló.
¡Sea usted bienvenido!
Las puertas se abren a la muchedumbre, admiren todos
deslúmbrense
aquí frente a sus ojos la familia real.
La vergüenza de un manantial azul compartido que corroe por las venas,
incineración a nombre del orgullo, encausada tras el destape de la caja de Pandora.
La corona femenina
a la izquierda de la masculina.
La corona masculina
al frente,
marcando quien gobierna,
despotricando el sudor
las lágrimas de su compañía,
pintando una sonrisa blanca en el rostro de su hija,
pintando con hilos y agujas las manos en la mesa.
¡Suenen campanas! ¡Esclavos vengan al instante!
Pinten los rostros,
maquillen los ojos,
tapen esas lágrimas e inviertan sonrisas, sonrisas que se han caído a lo largo de la pesadilla.
¡Maravillense todos con el brillo de este cuchillo!
¡Vean!
Usted, si ¡usted!
¡Acérquese, que es de palta!
¡¿No es perfecto?!
La corona femenina de segundo nivel misma lo lustró.
No vayan a creer ustedes
que tras palabras que anuncian la muerte y el destierro
se ha obtenido este resultado, no, en absoluto, es totalmente ridículo,
jamás podría suceder.
Porque como pueden observar somos la familia real,
y en la familia real solo hay risas,
no son mascaras,
solo sonrisas.
¡Vengan a ver!
Que la vergüenza que nos ha invadido,
en pos de deteriorar la fortaleza,
se ha visto evanescida.
¡Aplausos por favor, por la partida del ereje!
Que tras su destierro, por fin, las mascaras son más fuertes.

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