martes, 29 de septiembre de 2020

El androide que podía sentir.

Hace unos años que veo mariposas zombies, hambrientas de fin de semana, hambrientas de carne, de cuerpo, de vida. Expectantes, como buitres a la carroña, a un par de ratas que juegan con la cabeza de sus compañeras que no lo lograron. Insuficiente.

Insuficiente es el tiempo, es el alimento, es el llanto, insuficiente es el dolor, insuficiente es siempre la presión que marchita las delicadas alas de las hadas soñadoras que se vuelven muertas, aunque estén con vida.

 

Hace unos años que ya no veo aves renacer de las cenizas de sus hermanas, porque los ríos que forman el sistema de riego que alimenta a quien nos alimenta nos cierra las puertas y nos corta las manos si intentamos empujarlas. Porque no hay lugar para los que sueñan, porque no hay fuego y ya no hay espacio que no se rellene con un saldo impago, porque las fichas del juego no son retornables, porque coleccionar las plásticas fichas de colores tiene como fin único coleccionarlas.

 

Hace unos años que ya no creo poder iluminar la noche con tan solo sonreírle a las estrellas.

Hace unos años que nos veo, angeles caidos de rodillas, vendernos ante lo que más repudiamos, entregando a cambio lo que más añorábamos.

Una flor por un papel

Un atardecer entre tres por un grupo de cajetillas aduladores

Un cuadro liberador por una fibromialgia insoportable

Una canción gritada por un trastorno de ansiedad generalizada

Un título universitario por un miedo a lo equivocado

Una profesión de clientes por el hambre de los inocentes

Un sueño adolescente por los objetivos a tiempo presente

Este texto desesperado por mil objetos cuestionados, postales abandonadas, que devienen de lo que se palpa a lo que se prioriza, lo etéreo.

Un espíritu abrumado por la revelación interna, por el insight. Ciego de mirar directo al eclipse solar incluso hasta cuando no se debía ver.

Un amor dispuesto a volverse a llenar por un cuerpo plasmado en una esquina virtual, enraizadas desde Argentina hasta Marruecos.

Ideas desahuciadas por el resplandor de una microscópica esperanza que es utópica.

 

Hace unos años que veo anarquistas, lingüistas, senderistas, poetas, depresivos y boludos alegres a tiempo completo. Veo religiosos y sectarios, veo artistas y lo peor es que me veo ahi. Veo mentirosos profesionales y los veo drogadictos, veo adictos, veo necesitados. Veo hambre y veo desesperación.

Veo sicarios y no veo elección, veo imposición. No veo ni un poco de alegría, veo neuróticos infelices presionados por titiriteros psicóticos.

Veo llanto y pieles rasgadas ante una vida de miseria y melancolía selectiva. Siento humos de paz dispersarse en mis venas, floreciendo pulmones ya marchitos y acelerando un corazón atorado por la falta de ritmo.

Leo las crónicas de una muerte anunciada.

Porque ya hace unos años que veo hartazgo. Veo resignación.







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