jueves, 13 de abril de 2017

Ciudad de agua

"Dónde estás?" decía cada noche, cada doce de la noche, cada mes, y cada año.

En su imaginario el destinatario era siempre alguien diferente, un otro, aunque quizás no era más que siempre el mismo lobo.

En su realidad era un otro distinto a ella, pero en su invisible estado era ella.

Aquel reflejo al que siempre le preguntaba en donde estaba. Y si realmente se lo estaba preguntando a ella?

Perdida, sin saber dónde estaba o que estaba haciendo con su vida. Cegada y tapada de presiones, de obligaciones de ser o no ser.

"Dónde estás?" le decía a su frío reflejo, traslucido en el cristal del rutinario transporte madrugador que la llevaba a su centro de rehabilitación, su hogar. Centro de rehabilitación a la paz y calma, a un mundo sin gigantes de sacos y corbatas que señalan. A un mundo de sonidos liberadores, donde la guitarra y su voz generaban el equilibrio y compostura que necesitaba.

Mira la pantalla de su teléfono, doce y veinticuatro, se frustra al ver que pasaron de las doce en punto.

Se acuerda cuando todo era diferente, cuando era una persona diferente, cuando no estaba contaminado por el veneno de esa gran ciudad plagada de serpientes, de hienas, de buitres. De animales carroñeros que esperan a ver la muerte para alimentarse de lo poco que queda.

Se acordaba de las 00:00, como siempre pedía el mismo deseo. Como le decía, mirándolo a los ojos, que pidiera un deseo. Y ella, esperanzada, soñaba con que él deseara una vida juntos.

Y ahora se pregunta dónde está, si estará en los brazos de alguien más. 

Se pregunta si el agua va a seguir su camino, y ella, tan fuego, tan pasión, tanto que quema. Arderá siempre, quemando todo a su pasar. Marcando en su avanzar, o simplemente, se extinguirá y vivirá como una tenue luz apagada en un mundo de tanto mar, de tanta agua, de tanto frío.


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